No recuerdo bien, pero deben ser ya más de 15 años que no hacía fotos con película. En su momento, sin traumas, vendí mis Nikon manuales y compré mi primera Canon Digital (que era la que podía pagar).
Rápidamente me acostumbre a tener el control del proceso: no había diferentes películas entre las que elegir (y equivocarse), no había laboratorios comerciales con sus químicos oxidados y cambios de papel, no había técnicos poco competentes. Solo dependía de la cámara, el computador y mis conocimientos. Todas variables en las que podía confiar mejorar según tuviera tiempo y/o dinero.
Pero hace 3 meses, sin aviso, el amigo Jorge me regaló una cámara que había sido de su tío: la Zeiss Ikon Contaflex Super, ya que la familia creía que estaba mala. Tal vez yo la podría arreglar y usar, me dijo.
La cámara es una hermosa pieza mecánica de fines de los 50, que si no funcionaba bien se vería linda como decorado. Por ahí la dejé y después de un par de semanas coincidiendo con una salida de mis alumnos del IP la cargué con un carrete negativo de 36 exposiciones y nos fuimos a Chaihuín…
Luego del primer disparo volví a sentir la antigua incertidumbre de la fotografía con película (análoga o argéntica la llaman ahora). No había pantalla para revisar lo que había hecho, ni exposímetro puntual, ni histograma. Así que me dispuse a tomar la misma foto otra vez para asegurarme, pero como ya me quedaban solo 35 fotogramas decidí que la imagen no era tan buena como para desperdiciar una toma que podría usar para una imagen mejor, y me dispuse a buscarla.
Al final del día tenía 36 cuadros tomados que no sabía como estaban, pero había recordado cómo se trabajaba de verdad la fotografía: invirtiendo mucho tiempo en mirar, buscar puntos de vista, encuadrar, medir luz, analizar las formas y colores, descartar y volver a plantear la imagen… todo eso antes de decidirse a hacer ¡click!
Hacía mucho tiempo que no estaba más concentrado en la imagen real que en la cámara. Y tuve que reconocer que la pesada Katherine Estrada Suazo, artista visual, pintora hiperrealista y amiga mía, tenía razón cuando me dijo «…los fotógrafos no observan nada, solo se lo pasan masturbándose con sus juguetitos electrónicos…»
¿Y como salieron las fotos? No me gustaron…
Pero eso ya es para otro posteo